Sí,
te amé,
y te herí.
Te vi filar
cristales de mar.
Se vaciaron de ti
los poemas que escribí.
Se cambió el blanco por carmín.
Se enfrió el aire hasta que volvió a mí,
el calor de tu tinta y frenesí.
Mi piel virgen recordó el sí que te di,
y las noches te quisieron encontrar aquí.
Te ruego una última vez, ya déjame ir.
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